PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD SACRAMENTAL NUESTRA SEÑORA DE ROCA AMADOR, ANIMAS BENDITAS, BEATO MARCELO SPÍNOLA Y PRIMITIVA COFRADÍA DE NAZARENOS DE MARÍA SANTÍSIMA EN SU SOLEDAD
La Hermandad de la Soledad de San Lorenzo tiene su sede en la Parroquia de San Lorenzo, desde la cual hace Estación de Penitencia cada Sábado Santo. Fundada en el siglo XVI, esta hermandad ha contado con diferentes sedes tales como el Convento de Santo Domingo de Silos, Hospital del Amor de Dios, Iglesia de Santiago de los Caballeros. Casa Grande del Carmen Calzado, Parroquial de San Miguel, hasta que en 1868 pasa al enclave actual.
Esta parroquia que se encuentra en una de las plazas más bellas de toda Sevilla, de orígenes mudéjares, fue construida a fines del siglo XIII o principios del XIV. Ha tenido sucesivas reformas en el transcurso de los siglos XVII al XIX, algunas de ellas bajo el gobierno parroquial del Beato Marcelo Spínola, que han desvirtuado su sentido originario, dotándola de una planta irregular resultado del añadido de cuerpos y volúmenes.
Actualmente consta de cinco naves separadas por pilares, aunque anteriormente tan sólo presentaba tres. Se cubren con artesonados, en forma de colgadizo las laterales, y la central siguiendo el esquema de par y nudillo. La capilla mayor es cuadrada y se cubre con bóveda semiesférica sobre pechinas, junto a la cual se abre la Capilla Sacramental, construida en 1699. El muro de los pies está concebido como una torre-fachada con portada de tipo ojival, rematándose con un campanario barroco en 1957
Posee un excelente patrimonio mobiliar, del cual, destacamos las siguientes obras en el plano pictórico: la pintura mural de Nuestra Señora de Rocamador, ejecutada en técnica mixta a principios del siglo XV, e inscrita en la corriente del Gótico Internacional; la escultura en alabastro policromado de la Virgen del Carmen, del siglo XIV, y que fue la titular de la Casa Grande del Carmen Calzado; el retablo de La Anunciación, con dos tablas de Pedro Villegas Marmolejo de 1953, un autor que posee su capilla sepulcral en el mismo templo; a este mismo artista se debe el retablo de La Virgen de Belén; una Inmaculada Concepción de Francisco Pacheco en 1624;la tabla del Retablo de Ánimas en 1587; o las pinturas murales del Cristo de las Fatigas del siglo XVI; pinturas murales de la Capilla Sacramental, que datan de 1718, con un complejo programa iconográfico alusivo a la Eucaristía.
En el plano escultórico cabe destacar el Retablo Mayor, encargado a Martínez Montañés y finalizado por Felipe de Ribas en 1645; el retablo de la Capilla Sacramental obra de Pedro de Paniagua en 1703; dos retablos de Fernando de Barahona de hacia 1682-1699; el Crucificado del Amparo, de Francisco Dionisio de Ribas; y el Crucificado del Mayor Dolor, del círculo de Andrés de Ocampo; la talla de la Virgen de la Granda de Roque Balduque, de hacia 1554; la Inmaculada de Jacinto Pimentel; la Virgen del Carmen, realizada en alabastro policromado del siglo XIV, que fue la titular del Convento Casa Grande del Carmen Calzado.
La Capilla de la Soledad es un recinto cuadrado, cubierto con bóvedas de paños sobre trompas. Es uno de los espacios más antiguos del templo. Un segundo tramo, donde se ubica el retablo y camarín de la Virgen, se cubre por bóveda de cañón. El retablo es del siglo XVIII, cerca de 1732, compuesto por un solo cuerpo de tres calles y ático. En las calles laterales se veneran las imágenes de San Pascual Bailón y San Benito. El ático es de perfiles curvos. La capilla se cierra por una sencilla reja decimonónica, que proviene de la capilla que poseían en la iglesia de San Miguel. En esta capilla recibió culto la Divina Pastora de la iglesia de San Antonio.
NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD
La imagen de Nuestra Señora de la Soledad es una talla anónima de la segunda mitad del siglo XVI, tallada en madera de cedro, si bien la mayoría de los autores la sitúan en torno a 1600 y por ende, anterior a la época montañesina. En la última intervención se descubrió que en su origen era una obra de talla completa, postrada de hinojos al pie de la Cruz, y con ropajes policromados y estofados. En el último tercio del siglo XVII se colocó un candelero, brazos articulados y un mecanismo en la cintura que permitía erguirla como imagen gloriosa cada Domingo de Resurrección, para lo que también se disponía de una mascarilla de expresión gozosa.
Entre las características que permiten encajarla en el gusto tardomanierista destacan las siguientes: pupilas levemente achinadas, boca cerrada, cierto hieratismo, frontalismo, cuello recto de tipo tambor, párpados muy caídos, mirada frontal, y somero modelado de sus manos con dedos recogidos.
La Dolorosa se muestra sola en el Calvario, con la mirada abatida y el manípulo, los clavos y la corona de espinas en sus manos. La cabeza erguida sobre cuello sin anatomizar, suele lucir, en ocasiones, peluca postiza para acentuar el barroquismo popular de la talla. El rostro refleja una profunda entereza en su aflicción, mostrando el entrecejo apenas fruncido y los labios cerrados con las comisuras hacia abajo, como corresponde a la iconografía de María silente en su Soledad.
Las mejillas de la Virgen son carnosas; la nariz larga y abultada en sus extremos, y los ojos son muy rasgados de tipo casi oreintalizante. Como elementos postizos utiliza pestañas de pelo natural en los párpados superiores y tres lágrimas surcan su semblante, dos en lado derecho y una en el izquierdo.
En el paso aparece la Virgen en su Soledad, al pie del Santo Madero, del que penden el sudario y escaleras que sirvieron para el descendimiento del cuerpo del Señor. El estilo del paso es el barroco romántico.
La Virgen posee tres diademas:
Esta es la diadema más antigua que posee la Hermandad (1893). Está cincelada en plata dorada, ajustándose a los cánones artísticos de la época. Destaca en la presea, el aspecto polícromo que le da pedrería fina, el bonete rojo de la corona real, y el policromado al óleo del escudo.
Diadema de plata sobredorada "barroca", diseñada por Luis Ochoa Velasco. Es de estilo barroco, y fue cincelada y repujada por el orfebre Fernando Marmolejo Camargo. Estrenada en la salida procesional de 1945. Consta de una base en semicírculo decorada con roleos y motivos vegetales, de la que parten diez grupos de rayos biselados alternados con doce querubines que sostienen brazos en alto. Otras tantas estrellas de gran tamaño completan el conjunto. El remate se establece por un eje conformado por la bola del mundo, sobre la que va la paloma del Espíritu Santo y encima la Cruz, decorada con piedras finas de color verde. Sobre la base lleva el escudo de la Hermandad y dos cartelas.
La tercera diadema fue ejecutada siguiente el modelo de la anterior. El taller de Viuda de Villarreal confeccionó una ráfaga de oro de ley y piedras preciosas en 1978.
Puñal en oro y alrededor de noventa brillantes engarzados, fue ejecutado basándose en los parches de arranque de los rayos de la diadema barroca, diseñada y realizada en el taller de orfebrería de Jesús Domíngues Machuca en 1996. Colaboró el engarzador Manuel Rueda, y en la ejecución del sol central de marfil, Dolores León.
Este puñal fue donado por el matador de toros, Antonio Ordóñez Araujo, y realizado en la Joyería Aldao de Madrid en 1958.
El paso fue diseñado de forma desinteresada por el pintor y hermano de la Corporación Don Santiago Martínez. Por este motivo, la manigueta derecha del paso le fue concedida en propiedad perpetua, pasando posteriormente a sus sucesores. La ejecución del paso se desarrolló entre agosto de 1949 y la Semana Santa de 1951. Se realizó en los talleres de Francisco Ruiz Rodríguez (Maestro Curro), siendo tallado por Rivette y Francisco Carrero. La carpintería corrió a cargo de Francisco Bailac. Consta de respiraderos, mesa y canasto, todo ello tallado y dorado con oro fino de San Luis. El motivo que más se repite por todo el conjunto son las azucenas que simbolizan la pureza de María, así como los tulipanes que le sirven de fonto en oro bruñido. Completan la composición, los laudes que a modo de friso recorren todo el perímetro de los respiraderos y canasto.
Es una inscripción alusiva a la Virgen, tomada de Versículos y estrofas de las Sagradas Escrituras. Su traducción sería la siguiente: ¿A quién te compararé o con quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré yo para consolarte, Virgen, hija de Sión? Inmenso como el mar es tu quebranto. ¿A dónde se fue tu amado? ¡Oh la más hermosa de las mujeres! ¿A dónde se marchó tu Querido, y le buscamos contigo? Sin embargo, la Virgen, más intrépida que los mismos mártires, se mantiene de pie; por un nuevo milagro, no muere, oh Madre, entre tantas causas de muerte, y crucificada por tan atroces dolores. Reina de los Mártires ruega por nosotros. Tú permaneciste junto a la Cruz de Jesús.
Es destacable la terminación de todas las esquinas de los respiraderos con jarritas de azucenas.
Tiene trabajos artísticos muy valiosos, en los que resaltan cuatro ángeles policromados y cartelas con imágenes de la Pasión.
La delantera del paso muestra en la canastilla una hornacina de medio punto, decorada de azucenas y rematada por el escudo de la hermandad, así como un gran ramillete de la misma flor, y que alberga una imagen de la Asunción, tallada y policromada en el siglo XVIII, expresamente donada para lucir durante la Estación de Penitencia. En el centro del respiradero delantero se encuentra un tondo con el busto en relieve del Discípulo amado, que es obra de Manuel Vergara Herrera, que realizó el conjunto de las cartelas del paso.
Detalle de la hornacina que figura en la delantera del paso
Las maniguetas siguen y rematan la moldura que corre a través de los respiraderos, y de cuyos extremos cuelgan sendas borlas de oro, que igualmente combinan con el bordado de los faldones.
Las jarritas de plata, fueron ejecutadas por Manuel Seco Velasco en 1983, mientras que los casquetes de la cruz fueron realizados en metal sobredorado en 1930
El paso va iluminado con candelería propia de de los pasos de palio y candelabros de guardabrisas, combinándolos de manera muy peculiar. Cuatro grandes candelabros esquineros de ocho brazos, dos más pequeños de cinco luces en los laterales del canasto, cuatro en las esquinas de la mesa y otros tantos guardabrisones en los lateras de la misma. Completa el alumbrado una candelería de plata de cuarenta y seis piezas, obra de Manuel Seco Velasco en 1960.
Destacan los cuatro ángeles que parecen sostener los candelabros superiores y que a su vez aparecen iluminados por los pequeños candelabros que se sitúan sobre la mesa del paso.
Imágenes de los candelabros laterales, cuyo basamento arranca desde la cartela central, y por el que trepa un gracioso grupo de azucenas; en la imagen de la derecha, los guardabrisones que se asientan sobre la mesa del paso y que van decorados con apliques dorados.
Pasando al análisis iconográfico de las cartelas, seguiremos un orden, comenzando por el costero derecho. En este observamos una cartela barroca con la figura del evangelista San Marcos. En el respiradero, una original capilla con el busto de María Salomé; todo esto se completa con cartelas con los Santos Varones José de Arimatea y Nicodemus, también en relieve.
En la trasera, en la cartela central superior, el evangelista San Mateo, y sobre el respiradero, otra capilla con el busto en relieve de María Magdalena de conmovedora expresión.
En el costado izquierdo, en el centro de la canastilla luce la cartela del evangelista San Lucas; en la capilla de los respiraderos, María Jacobi, y por ambos lados, los profetas Jeremías e Isaías.
El profeta Isaías, del costero izquierdo, y San Juan, de la delantera del paso
Nicodemus y José de Arimatea, en el costero derecho.
El profeta Jeremías y San Lucas, del costado izquierdo.
Del ajuar de la Soledad destaca el decimonónico conjunto negro bordado, compuesto por saya y manto que viste en sus salidas procesionales. En 1867 se estrenó la primera fase del mismo, que consistía en el bordado de las caídas delanteras. Tras muchos esfuerzos económicos, se consiguió todo el manto bordado en 1875. Tradicionalmente ha sido atribuido a Teresa del Castillo, y el diseño a su marido Antonio del Canto, si bien actualmente hay quien lo considera una posible obra de Josefa Antúnez. Completa el ajuar otro manto azul pavo, con bordados de Rosario Bernardino.
La saya, segunda por la izquierda, con motivos asimétricos se estrenó en 1885, sin que se conozca su autoría. Tiene otra saya de salida, en terciopelo negro bordada en oro, diseñada por Bonilla y ejecutada por Esperanza Elena Caro en 1969. También utiliza una saya, ahora sobre tela blanca, con bordados decimonónicos, que procede de una pieza que donó la hermandad de Nuestra Señora de Todos los Santos.
Posee otras dos, una de color verde, y otra rosa, que se confeccionaron con los trajes donados por toreros.
En las esquinas lucen cuatro ángeles tallados y policromados, se sitúan entre los candelabros. Son obras de bulto redonde tallas y estofados, dos en el siglo XVII, y otros dos sacados por puntos de éstos, por Manuel Vergara Herrera.
El llamador es un sencillo y original ramillete de azucenas, fundido en bronce y luego dorado, realizado por Manuel Seco Velasco en 1951.
Los faldones fueron ejecutados por Charo Bernardino en 1999-2000, siguiendo el conjunto proyectado por Santiago Martínez, con pinturas de Ricardo Suárez que siguen un diseño de José Manuel Elena, basado en una idea de Luis Becerra.
ALTAR DE INSIGNIAS
La Cruz de Guía fue ejecutada por Don Manuel Seco Velasco, con la colaboración del Maestro ebanista Don Manuel Caballero Farfán en 1973. Es una reproducción de la anterior, en madera de caoba, y con el calabrote y escenas de la Pasión, INRI, remates y abrazaderas en plata de ley. En 1986 se modificó el INRI, a forma de pergamino enrollado en sus extremos y calado.
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