Con el nombre de Dios sobre la capa, los nazarenos de San Pablo cruzan la distancia precisa que separa la vida de la muerte. A la tarde del Jueves Eucarístico le crecen cruces arbóreas por el centro de Sevilla. A la muerte de Dios la sostienen dos hebreos que aún no han visto a la muerte vencida. La Madre no tiene llanto. Solo contempla la carne mortecina que de Ella nació y que ha de ser encumbrada al Tercer Día. Gracias por estas entradas que nos hacen mucho más cortas las benditas Vísperas.
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Con el nombre de Dios sobre la capa, los nazarenos de San Pablo cruzan la distancia precisa que separa la vida de la muerte. A la tarde del Jueves Eucarístico le crecen cruces arbóreas por el centro de Sevilla. A la muerte de Dios la sostienen dos hebreos que aún no han visto a la muerte vencida. La Madre no tiene llanto. Solo contempla la carne mortecina que de Ella nació y que ha de ser encumbrada al Tercer Día.
ResponderEliminarGracias por estas entradas que nos hacen mucho más cortas las benditas Vísperas.