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lunes, 13 de junio de 2011

HERMANDAD DE LAS SIETE PALABRAS

 REAL E ILUSTRE HERMANDAD SACRAMENTAL DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO Y PRIMITIVA ARCHICOFRADÍA DEL SAGRADO CORAZÓN Y CLAVOS DE JESÚS, NUESTRO PADRE JESÚS DE LA DIVINA MISERICORDIA, SANTÍSIMO CRISTO DE LAS SIETE PALABRAS, MARÍA SANTÍSIMA DE LOS REMEDIOS, NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA Y SAN JUAN EVANGELISTA




La Hermandad de las Siete Palabras tiene su sede en la Iglesia de San Vicente. Desde ella procesionan tres pasos cada Miércoles Santo: el Nazareno de la Divina Misericordia, el Cristo de las Siete Palabras y la Virgen de la Cabeza.
Situada en el barrio del mismo nombre, la Iglesia de San Vicente es una construcción gótico-mudéjar de la primera mitad del siglo XIV, concluida en el siglo XV, ampliada en el XVIII y remodelada en el XIX. De su primera etapa presenta la planta rectangular de tres naves separadas por arcos apuntados sobre pilares y la portada de los pies realizada en ladrillo. Por su parte, la portada del lado derecho data de 1555, con acceso de medio punto rematado por un frontón triangular con la imagen de Dios Padre y el friso la inscripción: "DOMUS DEI ET PORTA COELI". A la primera etapa constructiva también pertenecen las cubiertas; de artesa la central y de colgadizo las laterales. En el siglo XIX se le añadieron elementos neogóticos que desvirtuaron su apariencia original pero que han sido retirados en recientes restauraciones.




En lo que al interior se refiere, el retablo mayor fue trazado por Cristóbal de Guadix a finales del siglo XVII. En las calles laterales aparecen escenas de la vida de San Vicente, mientras que en la hornacina central encontramos la escultura del titular, obra de Pedro Roldán. El ático está presidido por un Calvario en que el que el crucificado se debe a Roque de Balduque, de mediados del siglo XVI, y la Virgen y San Juan al taller de Pedro Roldán.


La Capilla Sacramental, con proyecto de Diego de Silva, se fecha entre 1761 y 1782. En ella se encuentran tres retablos del siglo XVIII, obra de José Varela. El central lo ocupa Nuestro Padre Jesús de la Misericordia, Felipe de Rivas 1640-1641. Sobre la puerta de acceso a esta capilla encontramos una "Alegoría Eucarística" de hacia 1625 y atribuida a Herrera "El Viejo".

En la misma nave del Evangelio encontramos la Capilla de las Siete Palabras con cúpula octogonal sobre trompas, y que se cree que también pertenece a la fábrica antigua.

En 1584 se levanta la Capilla de la Hermandad de Las Penas, situada en la cabecera de la nave de la Epístola, siendo ampliada en 1817. El retablo es del siglo XVIII, siendo presidido inicialmente por la Virgen de los Dolores, de Blas Molner, siglo XVIII, y posteriomente tal y como observamos en la actualidad, lo hace el Santísimo Cristo de las Penas, una obra que procede del antiguo Convento Casa Grande de los Carmelitas de Sevilla. También encontramos una imagen de San Juan, que en este caso se debe a José Antonio Navarro Arteaga.

Junto a esta capilla también podemos contemplar los relieves del "Descendimiento" y de "La Serpiente de Bronce", ambos de Andrés de Ocampo, y realizados entre 1603 y 1605. Un Arcángel San Miguel de Pedro Roldán, 1658, y un retablo neoclásico con la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, de autor valenciano, completan el patrimonio de este templo.

SEÑOR DE LA DIVINA MISERICORDIA




Su morfología responde a una interpretación libre de diseños de finales del s. XVII. Está realizado íntegramente en plata de ley. Lleva en las esquinas águilas bicéfalas de contenido simbólico, que expresan, respectivamente, el ascenso de la oración hacia el Señor y el descenso de la misericordia divina sobre los mortales.


Los respiraderos constan de molduras superior e inferior que enmarcan cuatro cartelas de plata de clave simbólica. Representan santos lugares en los que se manifestó la misericordia de Dios: gruta de la Natividad (derecha), roca de la agonía (trasera), Santo Sepulcro (izquierda) y abadía del Tránsito (frontal). Los respiraderos del paso de Jesús Nazareno de la Divina Misericordia, de la Archicofradía Sacramental de las Siete Palabras contenían un total de veinte espacios sin decorar entre otros dieciséis de orfebrería donde unas rejillas permiten la aireación del interior de la parihuela.

A finales de 2004 la Archicofradía decidió actuar sobre este elemento a través de la construcción de cartelas que no debían ser metálicas. Este requisito justifica la opción escogida: decoración a base de representaciones figurativas de carácter simbólica, construidas en seda de colores con orlas perimetrales bordadas en plata.

El proyecto simbólico y la propuesta iconográfica del programa decorativo adoptado, fue formulado por Lorenzo Pérez del Campo y construido materialmente por el taller de Fernández y Enríquez en torno al concepto de la Cruz el emblema central de la esperanza cristiana y de la redención a través de Jesucristo, que es mayor que el sufrimiento. Cabe recordar que desde un punto de vista figurativo Jesús de la Divina Misericordia es la representación de Cristo cargando con la Cruz a Cuestas, siento ésta precisamente la advocación histórica de la imagen titular de la Hermandad Sacramental de San Vicente.

Por esta razón, el programa simbólico representado las cartelas quiere poner de manifiesto el concepto de la cruz cristológica, materializada en la que porta Jesús Nazareno de la Divina Misericordia, en cuanto a significado eterno de lo que ocurrió, una vez y para siempre, en la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz así como el carácter ejemplificador de dicha muerte.


Las magníficas andas se iluminan con cuatro faroles de cuatro luces, de cobre plateado, realizados en 1913 por Antonio Sandarán Arqués según diseño del pintor Virgilio Mattoni. 




El nazareno es obra de Felipe de Ribas, tal y como muestran las huellas definitorias de su rostro. El arco superfiliar recto, el entrecejo en uve con la nariz recta, la boca de labios carnosos, barba bífida, el cabello largo y lacio con raya en medio, cayendo por la espalda y trabajado con gubiazos largos poco profundos, el peculiar mechón a la derecha contrarrestado con el bucle del lado izquierdo que sirve de soporte a la corona. Posee una profunda fuerza emocional que se expresa de manera callada, sin dramatismo tal y con una manifiesta dulzura. Vendría a estar en consonancia con las palabras de San Agustín: "¡Oh maravillosa y amable dignidad de la divina misericordia!"


Lleva potencias flordelisadas, en metal sobredorado construidas hacia 1675-1700 y corona de espinas de A.M. Pérez Camacho (1992).


En 1976 fue restaurada a fondo por Luis Ortega Bru, dotándolo de un nuevo cuerpo de talla completa, retalló el cabello, modificó un tanto la boca y ojos, e incluso, repasó la policromía. Al año siguiente reformó la posición del cuerpo, alargando la zancada que trata de imitar a la de Jesús del Gran Poder.



Las aves portan entre sus garras cartelas con los escudos de las hermandades penitenciales de la parroquia: Siete Palabras, Museo, Vera-Cruz y Penas. La labor relivaria es figurativa y descriptiva.




En el centro de cada lado del canasto hay cuatro cartelas, en madera tallada y policromada, que representan bustos de imágenes cristíferas: Siete Palabras, Gran Poder, Cachorro y Pasión. En los ejes menores de la crestería aparecen ángeles argentíferos sosteniendo un cáliz y un copón, en manifiesta alegoría del cuerpo y la sangre de Cristo. En el frontal, un ostensorio, también en plata, recuerda el carácter sacramental de la corporación.


La orfebrería del paso la realizó el taller Viuda de Villarreal entre 1977 y 1986. Las cartelas de talla policromada y los angelitos de idéntico material y técnica son de Rafael Barbero Medina (1981).  El llamador, (Villarreal, 1977) representa a la Giralda, un ángel tocando una bocina y un candelero con una vela. Lleva maniguetas del mismo taller (1999-2000); faldones de terciopelo morado, cuyo frontal lleva el escudo de la Casa Real, y broches delanteros bordados, realizados todos en el Taller La Esperanza, así como paños de los respiraderos delanteros con motivos florales bordados por Juan Antonio Curquejo Morales (1990). El Señor viste túnica de terciopelo morado. 







El grupo de ángeles tenantes de la Cruz son obra de Salvador Madroñal Valle, de 1997. 



En los entrantes del canasto hay dos guardabrisones en cada lado con coronillas de plata de José Manuel Ramos.





SANTÍSIMO CRISTO DE LAS SIETE PALABRAS


El crucificado procede de la extinta iglesia del convento de San Francisco de Paula, pasando a ser titular de la Hermandad de las Siete Palabras el 31 de octubre de 1881, según decreto del Arzobispado. Se ha catalogado en el círculo de Jerónimo Hernández y fechado entre 1582 y 1585. Presenta estrechas conexiones con el Cristo Yacente de Marchena, también atribuido al maestro abulense por esas mismas fechas. Fue restaurado en 1881 por Emilio Pizarro de la Cruz, quien lo fijó sobre una nueva cruz arbórea, realizó un nuevo sudario, y posiblemente alteró la policromía primitiva. 



Acompañan al Crucificado, la Virgen de los Remedios, San Juan Evangelista y las Tres Marías (Magdalena, Salomé y Cleofás). Fueron ejecutadas por Gutiérrez Cano en 1865, excepto el San Juan que se debe a la gubia de José Sánchez en 1965. El grupo escultórico trata de representar el momento en el que Cristo ponuncia las Siete Palabras en el Calvario. Según los Evangelios Sinópticos, estas palabras son las siguientes: 

«Padre, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34).
«De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23,43)
«Mujer, ahí tienes a tu hijo», y al discípulo: «Juan, ahí tienes a tu madre» (Juan 19,26 s.).
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46).
«Tengo sed» (Jn 19,28).
«Todo está consumado» (Juan 19,30).
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23,46).

No se trata como vemos de Siete Palabras, sino de Siete Palabras que encabezan siete frases y que representan el último mensaje de Jesús doliente.



El paso fue realizado por Ricardo Reguera en 1881 según diseño de Joaquín Díaz Montero. Su estética es neobarroca y responde a criterios eclécticos caracterizados por el uso de materiales tradicionales del barroco pero con formas más serenas en las que se han simplificado las soluciones compositivas, pictóricas y cromáticas. El resultado es un producto artístico de valioso equilibrio estético. Los respiraderos, obra de Francisco Vélez Bracho (1931) enriquecidos por Ángel de la Feria (1995), se alejan, no obstante, de aquel criterio; la canastilla fue ampliada por Manuel Peralta en 1966 mediante la incorporación de un nuevo baquetón.



Llamador 



Se iluminan por seis candelabros, de cinco luces en las esquinas y de tres en los laterales. Lleva maniguetas doradas (Feria, 1995). En 2009 se le han añadido un hermoso conjunto de faldones con cenefa bordada de Fernández y Enríquez. Y en 2011






No obstante, entre los aspectos menos estudiados del paso se encuentra el relativo a las dos parejas de ángeles tenantes que ocupan las cuatro esquinas de la mesa sobre la que se dispone el canasto procesional. Se trata de cuatro pequeñas esculturas, de 60 cm. de altura, talladas en madera, estofadas y policromadas. Dos de los ángeles visten túnica larga hasta los tobillos y los otros túnicas recogidas en la rodilla. En varios casos se perciben evidentes cambios de disposición de los brazos, lo que puede confirmar la adaptación que recoge tradicionalmente la historiografía sevillana.



Se trata de representaciones angélicas que, desde el punto de vista iconográfico, habría que relacionar con los “ángeles al servicio de Dios” a que se refiere Reau cuando diferencia las funciones de los ángeles. Esta forma de representación angélica ofrece rasgos comunes: suelen formar parejas, su indumentaria es uniforme y se compone de túnica ceñida a la cintura, con abertura en la parte delanteras que dejan ver las piernas, y de manto; todo con cierto aire militar en conexión con los preceptos pachequianos al respecto. Son obras en su mayoría anónimas, que se encuentran ancladas en la estética setecentista presas de un permanente invariante plástico de arraigo en la ciudad. Como novedad, cabe decir que desde un punto de vista tipológico, los ángeles de las Siete Palabras participan del concepto de “ángeles-virtudes” por cuanto sostienen tarjas que deben ser puestas en relación formal con esta variante iconográfica a que hace referencia Dionisio el Areopagita.










NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA


El paso de palio de la Virgen de la Cabeza presenta la singularidad de ser el único que posee un techo completo de plata, pero por si fuera poco, posee un importante ajuar que ahora pasaremos a describir. Los bordados de terciopelo burdeos de las bambalinas son una buena muestra del estilo barroquista imperante en los años finales del siglo XIX, que lo han sabido reproducir perfectamente tras la remodelación realizada en los últimos años. 



                                                                        
La talla de Nuestra Señora de la Cabeza procede de la transformación de uno de los ángeles realizados para el paso alegórico del Sagrado Corazón de Jesús, obra de Emilio Pizarro Cruz en 1901, que modificó Manuel Escamilla en 1956. Procedía de la suprimida capilla de la Encarnación de Triana, siendo el Ángel de la Justicia el que remodelan y readaptan. Es una imagen ejecutada en madera de pino, y su mascarilla posee gran frontalidad, con cejas onduladas y artificiosas, poco finas en su talla, en un rostro menudo surcado por cinco lágrimas de cristal. Será la cálida carnación junto con los ojos los que animen su expresividad. Estos son de cristal y se encuentran enmarcados por unas espesas pestañas postizas. Una cabellera de pelo natural asoma tímidamente bajo su elegante tocado. 
La corona está realizada en plata dorada y es obra de Orfebrería Viuda de Villarreal en 1972. Consta de canasto, imperiales y ráfagas. El canasto se encuentra fragmentado por pares de pequeñas pilastras que organizan la superficie creando una especie de hornacinas que cobijan una ingente decoración repujada, destacando la central con la representación del Sagrado Corazón de Jesús. Los imperiales se realizan a base de "ces", más gruesas y decoradas en su arranque desde el canasto y lisas y estilizadas en su punto de encuentro con la ráfaga. Ésta, que se encuentra centrada por la figurilla de dos angelotes que sostienen la bola sobre la cual se erige la cruz, adapta su perfil para enmarcar este conjunto. A su vez, posee rica decoración calada de carácter bulboso hacia el interior, cenefa de pedrería y gran desarrollo de los rayos que culminan el conjunto, alternándose los lisos, en grupos de tres, y los flameantes. 

                                                                       
La saya blanca es obra de Manuel María Ariza en 1863, que está acorde con el estilo de los bordados del manto y que luego seguirán las bambalinas. Saya  y manto pertenecían a la Virgen del Rosario. Fue restaurada por Fernández y Enríquez en 2001, y por el taller de bordados de Mariano Martín Santonja en 2008. 


Por su parte, la saya de salida azul marino, fue realizada y diseñada en el año 1972 en el taller de Carrasquilla. Se trata de una pieza bordada a realce sobre terciopelo de azul marino. Su diseño es simétrico, predominando en él, hojillas que forman flores como rosas y margaritas, típicas de los bordados de Rodríguez Ojeda y que el taller de Carrasquilla se ejecutó a la perfección. Fue restaurada igualmente en 2008 por el taller de Mariano Martín Santonja.


El manto procesional es del siglo XVIII, perteneciendo originariamente a la Virgen del Rosario de la Hermandad Sacramental, siendo pasado a terciopelo granate y nuevos bordados en oro por el Taller de Carrasquilla en 1973. En el 2001 se volvió a pasar, viéndose completada la intervención por la eliminación de los añadidos tales como el escudo de la hermandad en el centro y otros adornos perimetrales, devolviéndose, por tanto,  a su estado original. El programa ornamental está basado en pequeños ramilletes de lirios y rosas bordados en oro a realce, que alude a la exaltación mariana, así la rosa es símbolo de perfección y el lirio de la pureza virginal de María. La greca perimetral recorre todo el contorno del manto contribuyendo a resaltar su fisonomía, en cierta manera muy próxima a los motivos vegetales que se aprecian en las bambalinas. 




Estos son algunos de los detalles de los bordados del manto


El palio tiene techo de plata en su color, en cuyo centro figura una gloria (plata cincelada y policromada) que reproduce a la Virgen de la Cabeza de Andújar en su iconografía tradicional ( con media luna y el santuario mariano a sus pies, rodeando a la Virgen con el Niño, una inscripción GLORIA A LOS HÉROES DEL SANTUARIO, alusivo a la efeméride histórica de la gesta del Capitán Cortés. Fue realizado por Manuel Villarreal Fernández en 1965.  


Detalle de la gloria de techo que cinceló Francisco del Toro Plaza, primer oficial del taller de Villarreal


Las bambalinas frontales de plata realizadas por Manuel Villarreal Fernández en 1967 fueron sustituidas por unas nuevas del taller de Fernández y Enríquez en 1997, según los trabajos de las Hermanas Antúnez, y realizadas en terciopelo burdeos, y que muestran una forma ondulada rematada con una crestería. La bambalina frontal exterior fue estrenada en ese mismo año, mientras que la trasera y las laterales, lo fueron en el año 2000 y 2001 respectivamente, siguiendo siempre el diseño de la primera. Se ha intentado buscar la línea que habían realizado las Hermanas Antúnez, inspirándose especialmente en las de la Virgen de La O de Jerez.


Los bordados de las bambalinas son una buena muestra del estilo barroquista imperante en los años finales del momento decimonónico, que lo han sabido reproducir tras las remodelaciones de los últimos años. Unas preciosas rocallas y hojarascas llenan el espacio, entrecruzándose sin ninguna separación, por lo que no se utilizan los tradicionales cordones con borlas, exceptuando en los varales, creándose un verdadero tapiz en cuyo centro se ha ubicado un amplio tallo con ramificaciones, siendo flanqueados por roleos entrecruzados que se contraponen en los extremos. Las bambalinas frontal y trasera marcan una ligera ondulación con la singular crestería, en cuyo centro no aparece, como es tan común, la tradicional corona real, sino una preciosa rocalla enroscada. Las caídas con flecos de madroños completan el esquema compositivo.




Los varales tienen cinco tramos, con basamentos cuadrados y en cada una de sus caras llevan el escudo de la Hermandad y se rematan en perillas, siendo ejecutados por Villarreal


Los respiraderos, obra de Villarreal,  son de estilo barroco con una linea sinuosa figurando cartelas con las siguientes inscripciones: Dios te salve, el escudo de la Hermandad y, María de la Cabeza; llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres, entre todas las mujeres, benditoe s el fruto de tu vientre; Jesús en sus Siete Palabras, Santa María de la Cabeza, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de la muerte.pero es importanten recordar que esta virgen antes era un angel del Señor, nuestro Dios.










El llamador se estrenó en el año 2000 siendo realizado por José Manuel Ramos,  muestra una cartela con el escudo de la hermandad flanqueado por dos ángeles a modo de tenantes, situándose detrás la miniatura de la Virgen de los Reyes, en cuya base se muestran unos medallones rectangulares, alternando los escudos de Castilla y León. Esta imagen al igual que las jarritas delanteras fueron realizadas por Villarreal.  


La candelería, de 98 piezas y ornamentada con motivos vegetales de regusto romántico, son obra de Orfebrería Ramos, siendo estrenadas en 1999


El conjunto de jarras ornamentales laterales y los candelabros de cola (12 brazos), que sustituyen a los faroles iniciales realizados por Casa Angulo, también son obra de Villarreal de 1958 y 1960 respectivamente


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