La innombrable lluvia de la jornada del Domingo de Ramos nos deparó la singular estampa de ver procesionar a todos los titulares de la Hermandad del Amor de forma conjunta. Desde hacía veinticinco años no se disfrutaba de La Borriquita arropada por la luna de Sevilla, en un cielo abandonado por el velo triste de nubes grises que hasta las seis de la tarde nos había tenido a todos atemorizados. Pero por si fuera poco, tuvimos la suerte de poder contemplar a La Borriquita procesionando un Lunes Santo. Estábamos junto a la Iglesia del Sagrario cuando el reloj marcaba las 00:10, y las flamantes andas de la Entrada en Jerusalen transitaba por la Avenida entre el movimiento de las palmas y olivos que las imágenes secundarias, ataviadas con ricas túnicas, batían en adoración a Jesús a lomos de la pollina. El paso tambor que marcaba el ritmo del momento, presagiaba la inminente llegada de los nazarenos de ruán negro y cera tiniebla, que iban aderezando el ambiente para el tránsito del Cristo del Amor, que con su inigualable majestuosidad, elegancia y patetismo, daba fin a esta media jornada del Domingo de Ramos, y abría las puertas a un Lunes Santo que esperamos pueda ser del disfrute de todos.
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